Mi banco español me cobraba muchísima comisión cada vez que sacaba dinero, así que la cuenta fue una de mis prioridades al llegar: me molesta bastante cuando te cobran cosas porque sí, como el ticket de la zona azul por aparcar en la calle, así que intentó evitar sentirme estafada todo lo posible. Por recomendaciones y lo que leí por ahí la más fácil era Barclays, así que allí fui. En Inglaterra otra opción para estudiantes es el Santander, aunque te cobran un poco por mantener la cuenta mensualmente, y para que no te cobren comisiones todo el mundo opta por Evo. Lo que me pidieron únicamente fue una carta de la universidad acreditando mi dirección y una solicitud online, además de mi documentación.
Como os conté, lo de la carta fue fácil y la conseguí enseguida. Pero lo de la solicitud... no podía pedir la cuenta de estudiante, porque no me quedaba más de dos años, y la normal tampoco, porque me pedían muchísimos datos que no tenía. Volví a la sucursal y no me ayudaron, dándome información diferente cada vez. A la tercera explicación contradictoria busqué otros bancos, pero no era "apta" para ser su cliente. Y como en Barclays me habían asegurado que podía abrir la cuenta sin problemas, volví a explicar mi situación, y le pedí directamente a uno de los ayudantes que me acompañara a hacer la solicitud por si volvía a tener problemas. Conseguí rellenarla y ya sólo faltaba procesarla, entregar los papeles y listo.
Pero no. No iba a ser tan sencillo. Cuando llegué toda contenta con mis papeles, resultó que la carta estaba mal. Debía tener unas características específicas que nadie me había explicado. Entonces comprendí que aquí la información se da por hecho, no te la dan, y tienes que sacarla tú. Y a pesar de parecer tonta, hay que preguntar hasta el mínimo detalle. Por tanto, para no jugármela, cogí la carta, un boli, y le pedí a la chica que marcara todo lo que faltaba, y tal cual la entregué en la secretaría de la uni para que la repitieran. Por enésima vez volví al banco (menos mal que está cerca de casa), y por fin pude abrirme la cuenta. El banquero me preguntó cosas muy raras sobre España y no sabía deletrear "journalism", pero ya me daba igual todo. Tenía mi cuenta, no más comisiones. En tres días me llegaría mi pin y al día siguiente mi nueva tarjeta.
Efectivamente, muy puntual, a los tres días llegó mi pin. Todo era demasiado bonito para ser cierto. Tanto, que algo tenía que pasar. La tarjeta nunca llegó. Resignada, volví al banco, donde ya me conocían, y me hicieron hablar por un teléfono donde no entendía nada pidiéndome unos datos sobre la tarjeta que desconocía, porque obviamente no la tenía. Desistí, hable con el chico e hizo como si mi tarjeta se hubiera perdido, la canceló y me pidió otra. Si no llegaba en cuatro días tenía que volver.
Se ven que me echaban de menos porque no llegó, y tuve que volver. Ya desesperada, me atendió una chica que averiguó que había pasado: los sábados en mi residencia no hay recepción, y justo se envió un sábado. Como la devolvieron, me desactivaron la correspondencia, y por eso no había llegado la segunda. Me la volvió a activar y me dijo que podía imprimirla en el momento, en la sucursal, para que pudiera irme a casa con mi tarjeta. Pensé que el sufrimiento daba sus frutos mientras la chica se fue a la impresora de tarjetas, para que al cuarto de hora llegara con las manos vacías. La máquina se había roto mientras imprimía mi tarjeta. No me lo podía creer, estaba gafada. No me puse a llorar en la mesa de milagro. Volvió a pedirme una y me aseguró que esta vez sí, en tres días la tendría.
A la semana, sin ninguna señal de la tarjeta, volví al banco bastante enfadada. Y con toda mi chuleria le dije al banquero que, o me conseguía la tarjeta, o cerraba la cuenta, porque la quería precisamente para sacar dinero, y si no no me servía para nada. Mítico ultimátum que te das a la compañía telefónica para comprobar que están dispuestos a darte para que te quedes. Pues el chico me contestó: "Bien, miramos lo de la tarjeta y si no te cerramos la cuenta enseguida, no hay ningún problema". No. No, no, no, no. Ese no era el plan. Yo iba de farol. No quería cerrar la cuenta. Me lo estaba jugando todo, no podía ser que hubiera hecho todo eso para nada. Estaba asustadísima.
Y finalmente pudo darme la tarjeta, que sacó en el momento. Ahora puedo sacar dinero hasta en los supermercados, porque hay cajeros en cualquier sitio. Las transferencias las hago por TransferWise, que me ahorra las comisiones internacionales. Y ya he aprendido que no sólo hay que desconfiar de los banqueros españoles.
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