viernes, 22 de julio de 2016

El día que descubrí Francia

Desde que me fui de Erasmus lo he repetido muchas veces, a mí me ha dado hambre de mundo. Estando allí lo único en lo que pensaba era en todas las posibilidades que tenía por delante, en ver más, aprender más, experimentar más. No es así en todos los casos de vivir en el extranjero, ojo, y por supuesto que echo muchísimo de menos mi casa, pero soy así. No me puedo quedar quieta cuando me abren en la cara una caja de bombones. Yo soy más de acabar manchada de chocolate hasta las orejas. Y como por fin he cambiado el quiero por el voy a, pues vine, y aquí estoy.

Así que mamá, te cuento un poco porque sé que te he hecho un poco el lío por el Whatsapp, pero es que fue todo tan deprisa... Llegué un fin de semana antes para conocer a la familia y ver cómo me desenvolvía con el francés (fatal) antes de quedarme sola con los pequeños. Vino la madre de la familia a buscarme al aeropuerto de París-Beauvais a las 9 de la mañana. Había acabado la maleta esa misma noche, así que había dormido aproximadamente unas tres horas. Por cierto, el tema de la maleta, una locura. Pregunté para orientarme por el tiempo y que debía llevar y el tiempo que hacía, para orientarme, y obtuve un "Frío, calor, a veces llueve... Difícil de saber" como respuesta aclaratoria. Así que, a la aventura. Viajé con macuto, porque desde que Debora me enseñó las maravillas de la mochila y lo mal que me lo han hecho pasar en el erasmus, adiós maletas.



Del aeropuerto a la casa, en Cléry-en-Vexin, hay una hora en coche. Vexin es un parque natural de la región de la Ile de France. Aunque ya os hablé un poco del pueblo y la zona, no os podéis imaginar lo maravilloso que es. Cléry lo puedes recorrer de cabo a rabo en no más de diez minutos. Vexin es todo verde y amarillo, con campos kilométricos. Está salpicado de pueblecitos, todos con su palacete, sin excepción, y pequeños bosques intercalados, tan pequeños que si te pones un poco lejos puedes ver el macizo de árboles al completo, aunque desde dentro apenas llega la luz del sol de lo espesos que son.



Durante el trayecto, la madre y yo nos contamos la vida y me explicó varias cosas sobre su familia. Son el extremo diametralmente opuesto a cómo me imagino yo mi estilo de vida en el futuro. Cuando me enseñó la casa aprovechó para darme las primeras instrucciones, y a mí me iba a explotar la cabeza con tanta información. Comimos a las 12 (menos mal, porque no había desayunado) y se fue, dejándome un tiempo sola que agradecí infinitamente, en el que pude acomodarme, dormir, ducharme y volver a hacer la maleta. Por la tarde conocí a los niños y al padre, y lo primero que hicieron fue enseñarme sus cuartos y las fotos de sus compañeros de clase. Cuando volvió la madre, nos subimos al coche, paramos a por la cena en un MacDonalds y nos fuimos a Cabourg, un pequeño pueblo costero en el norte de Francia, en Normandía. Si habéis visto la peli de Intocable, es el restaurante y el pueblo que aparecen en las escenas finales de la película.




Nada más llegar los niños se fueron a dormir y yo me fui con la madre a ver el atardecer en el mar desde el paseo marítimo. A la mañana siguiente me desperté a las 8 pensando que sería una hora prudencial, pero ellos llevaban ya siglos despiertos, tanto que les había dado tiempo a bajar a la pastelería a comprar croissants y pains au chocolat para el desayuno. Tras los postres de la comida y la cena empezaría a preocuparme de todo el dulce que comen, además del queso tras cada comida (de ésto último no me quejo en absoluto). Después fuimos a dar un paseo con los niños en sus patinetes y me contaron pedacitos de historias de Cabourg. Empezó a llover y corrimos al mercado a comprar parte de la comida, el pan (básico aquí) y el vino (uno de los mejores que he probado hasta el momento). Después de comer el bebé se echó la siesta, los mayores jugaron y yo intenté leerme un artículo de una revista de fitness. Por la tarde bajamos a la playa, en pantalón largo y abrigo. Cenamos a las 7 y los niños se fueron a la cama, y yo volví a dar otro paseo con la madre.






Por la mañana del domingo, la madre y yo salimos a correr después de desayunar. Tras la ducha y recoger las maletas, llegaron los padres del padre, y tuve mi primera comida familiar. Probé como unos caracoles de mar que sabían bastante curioso, y después de que el abuelo soplara las velas de su tarta, aprovechamos la siesta del bebé para el trayecto en coche. Cuando los niños se metieron en la cama (sobre las ocho y media), me tomé un té con la madre, como llevaba haciendo todas las noches anteriores, y me dio la planificación de la semana, con horarios e instrucciones. Empezaba el martes, y el lunes, mi día libre, me iba a conocer París... Pero eso es otro post. Ya había comenzado a enamorarme un poco de Francia, hasta de su horario europeo...


viernes, 15 de julio de 2016

El día que acabé el Erasmus

Como ya os he contado hace poco, la despedida de Nottingham fue una locura. En las últimas semanas vinieron a verme Raquel y Laura, hubo muchas salidas por las excusas de las despedidas y mucho, mucho papeleo que hacer. Y las maletas. ¡Qué tortura! Me costó mil veces más hacer la de vuelta que la de ida. Jamás habría pensado que se pueden acumular tantas cosas en un cuarto tan pequeño. Aún dejándome la mitad (Elizabeth estaba más contenta que el Día de Reyes), llevé nada más y nada menos que 5 bultos, que para mi tamaño y lo sola que iba fue todo un logro.

La verdad es que tuve una sensación muy rara. Sí que es verdad que yo me fui de las últimas porque me quedé un finde extra trabajando, y cuando me fui todo estaba muy vacío ya. Pero sentí como que ya había cerrado la etapa, y aunque estaba totalmente acostumbrada a mi nueva rutina allí, no me costó tanto despedirme como pensaba. De Elizabeth sí, muchísimo, pero el resto del piso ya se había ido. De momento, tampoco he tenido mucho tiempo para echarlo de menos. El trabajo sí, eso ha sido sorprendentemente lo único. Pero con la cabeza llena de nuevos planes y proyectos, he asimilado bastante bien que ya se me ha acabado el Erasmus. Gracias a Dios, así no tendré la famosa depresión post-Erasmus de la que tanto hablan.

Nuestro último snapchat inglés
Retomando el principio, Laura vino a Londres y fui a recogerla allí, donde pasamos un par de días. Yo bajé un día antes y fui a visitar a Crisu y a Moni, durmiendo con ellas la primera noche en Kingston, donde Crisu ha estado haciendo su Erasmus. Como estaba prácticamente en Londres y siempre se entera de este tipo de cosas, nos llevó al SkyGarden, un sitio chulísimo desde donde se ve Londres desde las alturas (y aunque es gratis, hay que coger sitio con dos semanas de antelación). Por la noche hicimos batidos y nos pusimos al día, y al día siguiente fuimos a Victoria Station a dejar a Moni y buscar a Laura.




Básicamente, vimos los sitios más turísticos de nuevo, porque aquí la amiga, a pesar estar recién llegada y morenita de California y a puntito de irse a Australia, nunca había estado en Inglaterra. Por mi mejor, porque así me despedía bien de Londres. Nos quedamos un par de noches en South Kengsinton gracias a la gran Tita, que nos acogió en su casa. Nada más dejar las maletas fuimos al Big Ben, y por St James's Park, de camino a Buckingham, nos cayó el diluvio universal. Tuvimos que volver a casa a cambiarnos, y lo retomamos donde lo habíamos dejado. Buckingham Palace, Trafalgar Square, los Circus y un gintonic en taza por el Shoho.







Al día siguiente fuimos a Camden, donde tomamos un helado tailandés para desayunar (recomiendo el de fresa y albahaca aunque según Laura sabe a porro de fresa). Después fuimos a St Paul's Cathedral, nos perdimos por London City y milagrosamente supe llegar a la Tower of London y el Tower Bridge. Cruzamos a la otra orilla e hicimos el paseo del Támesis, tomamos un té en el Costa del Hays Galeria (que me encanta, no el Costa, la galería), y cogimos el metro para volver a Oxford Circus. Ahí empecé a notar como que me dolía un poco la planta del pie. Y cuando se me ocurre mirar, habíamos caminado tanto que tenia un agujero tremendo en la planta de las zapatillas y en el calcetín. Fui palpando con la planta de mi precioso pie todo el metro de Londres (que es asqueroso), y luego medio Oxford Street buscando un Primark para comprar unas chanclas de £0,90. Sentía tanto asco que paramos mucho antes, en un H&M, y ambas nos compramos zapatos nuevos porque los nuestros estaban destrozados. Tiré los viejos en la misma tienda. Los nuevos, al ser nuevos, me hicieron hasta sangre de las rozaduras, pero eso es otra historia.





Muertas de cansancio y con los pies vendados hasta la rodilla, volvimos a South Kengsinton, compramos sushi y una botella de vino para cenar y nos arreglamos para salir por la capital inglesa. Seguimos las recomendaciones de Crisu, Tita y un RRPP poco fiable que nos encontramos por la calle y fuimos al TigerTiger, donde tuvimos una noche bastante inglesa. Al día siguiente fuimos a Harrods y Hyde Park, comimos y cogimos el National Express rumbo a mi última noche de trabajo, mientras Laura descansaba en mi cama.


El sábado hicimos todo el turisteo que se puede hacer en Nottingham: comenzamos con un buen English Breakfast en el Wetherspoons de Old Market, que tiene una cristalera panorámica en el segundo piso con unas vistas muy bonitas. Después hicimos todo el turisteo posible que se puede por Nottingham, que lo he puesto tantas veces (y las que me quedan) que ya os lo sabéis de memoria. Tras el último paseo obligado por mis tiendas favoritas (las de segunda mano, IceNine, Paperchase, y cómo no, el Gran Poundland) cogimos la cena y nos arreglamos para salir por mi bar. La barra libre que tuvimos, servida por mí, nos dejó machacadas, por lo que el domingo fue un clásico y nada enorgullecedor domingo erasmus: risas como locas, un catch-up como se merece, mucha comida de estudiante (con litros de salsa de soja), recuperar alguna que otra hora de sueño y arreglarnos para volver a salir. Esta vez fuimos a la última discoteca que me faltaba por ver de Nottingham, The Bowery, y sí, un domingo, porque allí se sale todos los días. Volvimos a ver a la ya mi exjefa que nos invitó a chupitos de Jaggerbom, y volvió a ser otra noche memorable.







El lunes acompañé a Laura a la parada de autobús y sólo me quedaba por hacer la parte mñas desagradable: Vaciar mi habitación y la cocina, ir a Clifton a hacer papeles, cerrar la cuenta del banco, despedirme de Elizabeth... Y por último, coger el avión que me devolvió al calor de Madrid. 

Gracias Nottingham por dejarme aprenderme tus calles a base de footing, por tantas experiencias, tantos cafés, botellas de vino, gente maravillosa, viajes increíbles y noches para recordar. Y sobre todo, gracias por darme tnata confianza, tanta independencia, tantas ganas y tanta hambre de mundo. Gracias por hacerme soñar despierta cada día y haber avivado toda la pasión que tenía. Te debo mucho.


viernes, 8 de julio de 2016

El día que me fui de aupair

Un aupair es como una niñera (o niñero) que una familia acoge en su casa, todos los gastos de comida y vivienda cubiertos y una paga semanal que varía según el país. A cambio, se hace cargo de los niños durante el tiempo que se establezca en el contrato (suele ser 30h/semana en verano o no más de 5h/día si es un año, con al menos dos días libres por semana). La gracia es que la nacionalidad del aupair es distinta, por lo que suele ser para que los niños aprendan un idioma nuevo (el aupair se comunica con ellos en su idioma natal).

Hacia diciembre, por causas del destino, me volví a encontrar con la idea de ser aupair. Es algo que siempre había tenido en la cabeza: lo había intentado dos años atrás, pero para seros sinceros, no me atreví. Ahora la situación era diferente y decidí volver a intentarlo, a ver que surgía.

La página que utilicé fue AuPairWorld, la que usaba mi tía para contactar con sus aupairs. En esta página, las familias pagan una cuota mensual, pero los aupairs no. Como os podéis imaginar, hay muchísimos más aupairs que familias, por lo que inscribirse no es garantía de ser escogido. Al día siguente de inscribirse, esta familia tenía más de cien solicitudes. Una vez completado el perfil (que hay que currarse, ya que por ejemplo aquí, al tener a tanta gente, lo primero que descartaron fueron las fotos de perfil poco apropiadas), toca ponerse en contacto con las familias. Es importante leer el perfil de cada una para comprobar que encajas para no perder tu tiempo (ni el suyo). Y llega el momento de mandar el primer mensaje: mi consejo es que, aunque sigáis una plantilla, cada mensaje tenga un detalle personal de cada familia. Así demuestras que has leído el perfil y que no estás haciendo un copia-pega. Si queréis saber los mensajes que enviaba o cómo rellené mi perfil, ¡no dudéis en preguntarme!




Cuidado con las familias que se te ofrecen. En ningún caso hay que pagar absolutamente NADA, porque existen algunos timos. Cuando te ofrecen un salario demasiado maravilloso en una casa de lujo y te piden que mandes dinero para "no se qué papeles", directamente pasa. Sólo en algunos casos, como en los del visado, puede que te cueste algo, pero en todo caso, la página dispone de información especializada por cada país donde especifica a cargo de quién corre cada gasto. Comencé por buscar familias en Inglaterra, con la intención de quedarme un par de meses más. Luego amplíe mi búsqueda por Francia y Portugal, especificando siempre que no controlaba el idioma. Contacté con muchísimas familias, sobre todo de Francia (Portugal, ninguna). El sistema de búsqueda de la página, llamado EasyFind, te muestra únicamente familias que se corresponden con tus preferencias, por lo que buscar es facilísimo. 

Cuando me decidí finalmente por Francia ya me estaba mensajeando con unas cinco familias, y la que más me interesó fue la que solo pedía un mes, por aquello de poder pasar al menos agosto con mi familia tras un año entero fuera. Tras varios mensajes y un skype, la madre de la familia me mandó el contrato, se lo reenvié firmado y ya era aupair. Es importante leer bien el contrato y asegurarte de las horas que vas a tener que trabajar: la paga es muy baja y no es cuestión de que te exploten. También es necesario tener muy en cuenta cuales son tus tareas del hogar. Yo no tengo ninguna más que cocinar algunos días la comida, y no quieren ni que recoja la mesa. Tranquila mamá, que ya les he dicho que vivo aquí, soy una más, y obviamente ayudo en todo lo que puedo. Éstas son las principales queja que he leído en la mayoría de opiniones desfavorables hacia esta experiencia. Por suerte mi familia es extremadamente organizada y se toma muy en serio mis horas. Y si hay alguna extra, va aparte.




No voy a negar que a la hora de comprar los vuelos, incluso con el contrato firmado en la mano, me costaba creérmelo. Iba dispuesta a pagar el seguro de cancelación, pero como era Ryanair no lo tenía. Mi vuelo era Madrid - París: estoy en Cléry-en-Vexin, un pueblo a las afueras (a una hora de distancia). Vexin es un parque natural, así que os podéis imaginar como es esto. Tiene 5km cuadrados y 410 habitantes. Que sepáis que venía avisada, me dijeron literalmente que no había nada, pero para un mes, tampoco me importó. Bueno, miento. Una vez ya había aceptado todo, me llegaron respuestas de familias en Niza, Cannes... a pie de mar. Había una en concreto que tenía una escuela de surf. Hay mil opciones y mil perfiles, pero os voy a reconocer que, ahora mismo, finalizando mi primera semana como aupair mientras cenamos pizza en las tumbonas del jardín, con el sol en la cara, dos niños hiperactivos, un bebé fan de Stromae y los padres más adorables del mundo, creo que es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.

PD: Respecto a mi nivel de francés, por si os lo preguntáis, es nulo. Bueno, era. Ahora comprendo la mayoría de las conversaciones de los niños y sus dibujos animados, e intento leerme el periódico o revistas (ahora me estoy leyendo El Principito). Y puedo hablar lo suficiente como para manejar sola durante cinco días a dos niños, cosa que no está nada mal, ¿no?


sábado, 2 de julio de 2016

El día que volví... Para volverme a ir

Ya tengo preparado el post de despedida que se merece Nottingham, y muchos otros que me han quedado pendientes, pero ahora mismos os escribo desde la mesa de una cocina de un pequeño apartamento de Cabourg, en la costa del norte de Francia, mientras tres niños pequeños juegan a los legos y a los coches inventándose historias fantásticas de las que entiendo la mitad y todos con la tripa llena de croissants.

El último mes del erasmus en general y la última semana en particular fueron una auténtica locura. Y después de pasar 15 días en Madrid en los que no me ha dado tiempo ni a lavar la ropa, me vengo un mes a Francia como aupair. No, quince días no dan para nada, perdona Madrid por infravalorarte. Pero desde aquí, ahora que tengo un poco más de tiempo, voy a intentar acabar de poner esto al día, para cuando tenga 40 años y me de por meterme en Internet a ver mis años mozos.



 à bientôt! 

jueves, 26 de mayo de 2016

El día que vino Ana (¡y fuimos a los estudios de Harry Potter!)

Tras el súper regalo que recibí por mi 20 cumpleaños, empecé a pensar y ahorrar para el regalo de cumpleaños de mi hermana, ¡tenía que estar a la altura! El mayor sueño de Ana siempre ha sido ir a Hogwarts, y lo más lejos que podía llevarla del mundo muggle era.. ¡a los estudios de Harry Potter en Londres! Cogí dos entradas de regalo, que valen para el día que sea en un año desde la compra, y así ya tenía excusa para hacerme una visita. Os aviso, parece todo muy sencillo pero pedir cita es un horror y me fundió el saldo del móvil.

Después de un infierno para cuadrar las fechas, cogió los billetes de avión como una semana y media antes, así que vino casi de sorpresa. Iba a llegar a las 4, y apareció aquí a las doce, ¡menos mal! Hice algo de cenar, y compré cosas inglesas que sabía que le iban a encantar: pan de ajo, queso Cheddar, galletas Lotus... Y tras ponernos un rato al día, nos metimos en la cama.

Lo primero que hicimos al día siguiente fue vestirnos cada una con la ropa de la otra. Es instintivo ya. Luego fuimos a por un English breakfast en el Gooseberry Bush, un pub que hay al lado de la uni. ¿Os acordáis de lo mal que lo pasaba con la comida inglesa? Bueno, pues no sé que pasa ahora, si me he acostumbrado o qué, pero hay cosas que me están empezando a gustar. Compartimos un tradicional con huevo frito, baked beans (judías pintas), bacon, salchichas, hash browns (patatas trituradas rebozadas), tomate asado y pan con mantequilla. Sí, eso se supone que es para una sola persona. Y para desayunar, ahí, de buena mañana. Ana quería relax, así que de toma de contacto le enseñé sólo los sitios más típicos de Nottingham y nos dedicamos a ir a muchos pubs a probar cervezas caseras y comer una jacket potato (otra guarrada de aquí).







Fuimos al castillo, a la mítica estatua de Robin Hood (que es de aquí), a Je Olde Trip To Jerusalem, que es el pub más antiguo de Inglaterra, nos tomamos unas cervezas locales en The Canalhouse (uno de mis sitios favoritos de aquí, un pub súper inglés que da al canal y tiene incluso un trozo de canal con puente y barco incluido dentro)... El jueves nos despertamos tardísimo y no fue tan turístico, le enseñé el centro de Nottingham, el Lace Market, Hockley y mis tiendas favoritas. Nos encontramos un mercadillo en Old Market Square, donde nos pusimos ciegas a cosas de probar, intentamos resolver un par de juegos de ingenio que eran imposibles, y nos regalaron una piedra dorada de la suerte que aún sigo teniendo por aquí. Ana se volvió moderna y se compró un anillo en una de las tiendas más alternativas que hay en Inglaterra, Ice Nine. Mandamos muchas postales y por la noche quedamos con Adri y Carlota. Ana hizo tortilla de patata para todos, ¡cómo la echaba de menos!

Y por fin el viernes, a las 4 de la mañana, cogimos el autobús rumbo a Londres para ir a los estudios de Harry Potter. Tardamos la vida en llegar porque estaba lejísimos, nos equivocamos de tren y montamos un jaleo enorme con la OysterCard, pero llegamos (de milagro). Mientras guardaba la cola Ana se emocionó tanto que se compró una audioguía: tengo que contaros que se leyó todos los libros antes de venir para estar cien por cien preparada. Los siete y los Cuentos de Beedle el Bardo (ese libro que Dumbledore regala a Hermione, que también lo tenemos).

Y nada más entrar, nos emocionamos con todo. La escobas, el mapa del merodeador (que es mi cosa favorita de Harry Potter), la snitch dorada, el Callejón Diagon... La maqueta que hay de Hogwarts al final es impresionante, y aunque sin carta en lechuza, conseguí que Anita se pudiera meter en el expreso de Hogwarts. Ah, y como podréis comprobar, ¡me enamoré del invento de la GoPro!











Espero que Nottingham haya cumplido tus expectativas, que hayas comprobado que tu hermana no es tan desastre cuando está sola y que el final haya sido todo lo mágico que esperabas. En Londres ya nos separamos y ella se quedó unos días con Tita, mientras yo me preparaba para mi próximo viaje.