domingo, 31 de enero de 2016

El día que fuimos a Manchester

Ya lo dijo Edurne en el Hormiguero y se lió muchísimo, pero tiene toda la razón del mundo. Lo siento si alguien se ofende pero Manchester es feísimo. De verdad, feísimo. Tampoco esperaba mucho, y aún así fue un poco decepcionante. No me pude reír más durante el día, me lo pasé genial, y eso que viajábamos a las 8 de mañana desde Sheffield con tres horas de sueño en el cuerpo. Pero no vais a ver muchas fotos porque ni me apetecía sacar la cámara.

Nuestra primera parada fue el Costa, porque necesitábamos un buen desayuno. De ahí aparecimos en el Chinatown de Manchester. El típico tejadito chino en un parking, muchos karaokes y muchos restaurantes chinos con luces chinas de neón. No fue un teletransporte a Oriente, precisamente.


El día tampoco acompañaba. No llovía, pero el cielo no podía estar más gris. Seguimos paseando, vimos el ayuntamiento y paramos en los Picadilly Gardens. Intenté sacar fotos, pero los árboles estaban puestos tan cuadriculados y estaban tan pelados ya que parecía cualquier cosa. Os las enseño porque si no no tengo más que poner, para que veáis que no miento. La plaza estaba bien, con un montón de restaurantes y cafeterías, pero hubo una cosa que a mí me pudo. Estaba increíblemente llena de palomas, que me dan un asco tremendo. En un momento dado echaron a volar todas y tuve que salir corriendo a un techo. Lo recuerdo ahora y me vuelve a entrar la grima. Horrible.





Dicen que en Manchester solo hay música, y pudimos comprobarlo por una de las calles más comerciales, donde había un mercadillo de Navidad. Me quedé escuchando a un chico y me perdí, y cuando vinieron a rescatarme estuvimos otros diez minutos cantando con otro, porque hay músicos en cada esquina.



De ahí bajamos a la catedral, que es como todas las catedrales de aquí, pero los alrededores son tan feos que le quitan cualquier atisbo de esplendor que pueda tener. Y luego encontramos, por casualidad, el Trinity Bridge, que es de Santiago Calatrava.




La siguiente parada fue John Rylands Library (una biblioteca), el sitio más bonito con diferencia de Manchester... donde no se pueden sacar fotos. Ahí me compré la tradicional postal para mi colección. En este punto, me quedé sin cámara, pero tampoco fue una gran pérdida. Fuimos a un Christmas Market que hay muy famoso, que la verdad es que estaba genial, todo como si fuera alemán. Nos pusimos ciegos a queso cheddar, compramos unos regalitos y fuimos a comer a un coreano. Sin lugar a dudas, el coreano fue lo que más me gustó de toda la ciudad. Gracias a Fer por enseñarme esa maravilla, yo que soy de comer croquetas y tortilla de patata. De verdad, recomiendo los coreanos a todo el mundo, de hecho lo primero que hice al subirme al bus de vuelta fue escribirle a mi madre: "mamá, en cuanto llegue a Madrid, tenemos que ir a cenar a un coreano". No hemos ido, así que aún sigo con las ganas. Es más, en cuanto publique esto me voy a poner a buscar coreanos en Nottingham.

Ah, y si vais, no os perdáis el Cloud 23, una azotea desde la que se puede ver todo Manchester. Recomiendan ir de noche. No hay más preguntas, señoría.


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