Además, justo ese día fue particularmente especial para toda mi familia porque se bautizaron mis dos primitos pequeños, que cada vez son menos pequeños y más bonitos. No poder compartir la alegría de mi abuela, que estaba feliz, o no darle un abrazo a mi abuelo, o no jugar con mi prima, esos pequeños detalles que necesitan presencia física son los que más pesan.
Cuando suceden novedades y tengo que contarlas por WhatsApp a 8630 km de distancia (por el maldito cambio horario), el cumpleaños de mi Luci, que fue ayer y no lo pude pasar con ella, perderme la fiesta del fin de las oposiciones de mi hermana, la mudanza de mi madre, los perritos que nacieron... Estar aquí tiene muchas ventajas, pero la distancia se hace especialmente dura en torno a la gente que más quieres. Hay situaciones que requieren estar ahí. Y no estar, parece que erosiona, que desgasta, que esfervece, y es entonces cuando cuesta tanto tragar saliva. Cuando sabes que no vas a aparecer en la foto, y lo que es peor, que no vas a formar parte del recuerdo. Entonces sólo queda maldecir los kilómetros y dar las gracias al Skype mientras seguimos rezando por que se invente de una vez el teletransporte.
Menos mal que he encontrado a mi pequeña familia aquí, que me ayuda cuando me siento más lejos. Cuando alguien se va, o cuando te vas, cambia mucho la percepción de tu alrededor. Los aeropuertos se convierten a la vez en tu lugar favorito o el que más odias del mundo. La cercanía se siente de otra manera, con una llamada de Skype o un simple WhatsApp poniéndote al día de que todo va bien. Todo es cuestión de aprender a acostumbrarse: a veces toca a los horarios, al clima, o a la distancia.
Ooioioi crispitrips!! Nosotros te echamos más de menos (cada domingo, lo primero que me preguntan pepe y lelo es si luego te llamamos jeje) pero aprovecha que ya tendrás tiempo de echarnos de más! Te quiero fea!
ResponderEliminarX cierto ya no tienes un hermano pepito, sino pepón!
ResponderEliminar