domingo, 31 de enero de 2016

El día que fuimos a Manchester

Ya lo dijo Edurne en el Hormiguero y se lió muchísimo, pero tiene toda la razón del mundo. Lo siento si alguien se ofende pero Manchester es feísimo. De verdad, feísimo. Tampoco esperaba mucho, y aún así fue un poco decepcionante. No me pude reír más durante el día, me lo pasé genial, y eso que viajábamos a las 8 de mañana desde Sheffield con tres horas de sueño en el cuerpo. Pero no vais a ver muchas fotos porque ni me apetecía sacar la cámara.

Nuestra primera parada fue el Costa, porque necesitábamos un buen desayuno. De ahí aparecimos en el Chinatown de Manchester. El típico tejadito chino en un parking, muchos karaokes y muchos restaurantes chinos con luces chinas de neón. No fue un teletransporte a Oriente, precisamente.


El día tampoco acompañaba. No llovía, pero el cielo no podía estar más gris. Seguimos paseando, vimos el ayuntamiento y paramos en los Picadilly Gardens. Intenté sacar fotos, pero los árboles estaban puestos tan cuadriculados y estaban tan pelados ya que parecía cualquier cosa. Os las enseño porque si no no tengo más que poner, para que veáis que no miento. La plaza estaba bien, con un montón de restaurantes y cafeterías, pero hubo una cosa que a mí me pudo. Estaba increíblemente llena de palomas, que me dan un asco tremendo. En un momento dado echaron a volar todas y tuve que salir corriendo a un techo. Lo recuerdo ahora y me vuelve a entrar la grima. Horrible.





Dicen que en Manchester solo hay música, y pudimos comprobarlo por una de las calles más comerciales, donde había un mercadillo de Navidad. Me quedé escuchando a un chico y me perdí, y cuando vinieron a rescatarme estuvimos otros diez minutos cantando con otro, porque hay músicos en cada esquina.



De ahí bajamos a la catedral, que es como todas las catedrales de aquí, pero los alrededores son tan feos que le quitan cualquier atisbo de esplendor que pueda tener. Y luego encontramos, por casualidad, el Trinity Bridge, que es de Santiago Calatrava.




La siguiente parada fue John Rylands Library (una biblioteca), el sitio más bonito con diferencia de Manchester... donde no se pueden sacar fotos. Ahí me compré la tradicional postal para mi colección. En este punto, me quedé sin cámara, pero tampoco fue una gran pérdida. Fuimos a un Christmas Market que hay muy famoso, que la verdad es que estaba genial, todo como si fuera alemán. Nos pusimos ciegos a queso cheddar, compramos unos regalitos y fuimos a comer a un coreano. Sin lugar a dudas, el coreano fue lo que más me gustó de toda la ciudad. Gracias a Fer por enseñarme esa maravilla, yo que soy de comer croquetas y tortilla de patata. De verdad, recomiendo los coreanos a todo el mundo, de hecho lo primero que hice al subirme al bus de vuelta fue escribirle a mi madre: "mamá, en cuanto llegue a Madrid, tenemos que ir a cenar a un coreano". No hemos ido, así que aún sigo con las ganas. Es más, en cuanto publique esto me voy a poner a buscar coreanos en Nottingham.

Ah, y si vais, no os perdáis el Cloud 23, una azotea desde la que se puede ver todo Manchester. Recomiendan ir de noche. No hay más preguntas, señoría.


miércoles, 27 de enero de 2016

El día que salí de fiesta inglesa

Cuando llegué aquí pensaba que los ingleses utilizaban Magaluf y Salou para desfogarse, y que en Inglaterra eran más formalitos. Inocente de mí. Nada más lejos de la realidad. La única diferencia que hay es que aquí no beben en la calle, porque todos viven solos y tienen casas en las que refugiarse. Por todo lo demás, son iguales o incluso mejor (o peor, según se mire).




Empezamos por lo más suavecito, salir de "tranquis" o ir a tomar algo. Bien, aquí, olvidaos de eso. El concepto de "ir de cerves" aquí no existe. No hay término medio: si sales a un bar o un pub, es a emborracharte todo lo que puedas. Cosa que, con el tamaño de las cervezas aquí, tampoco es tan difícil. Sirven pintas, y desde mi punto de vista, es la peor medida del universo: una no es suficiente, y dos puede que sea demasiado si lo que quieres es llegar a casa normal. Aparte de lo carísimas que son (como todo el alcohol en general). ¡Y sin tapa!


Lo que es salir salir, a una discoteca, les lleva una preparación que dura toda la semana. Se elige el club, que se paga seas chico o chica y simplemente por entrar, sin copa dentro (aunque no son caros). Para fiestas especiales (la mayoría), la entrada se coge por adelantado. Las chicas comienzan un par de horas antes un verdadero proceso de ingeniería industrial para prepararse: se hacen contouring, se pintan hasta las cejas, se ponen pestañas postizas, se peinan muchísimo (tanto que no se les destroza el pelo con la lluvia), se ponen los mega-push-up-maximise-your-assets del Primark, uñas postizas y la mínima cantidad de ropa posible. Esto incluye medias también (o quizá debería decir tampoco, porque son inexistentes). Mientras que para mí es impensable salir sin medias en invierno, aquí no entienden de estaciones y pueden salir hasta en sandalias. Que lo he visto. Y no llevan abrigo para no pagar el guardarropa, aunque vayan en palabra de honor. Llevan mucho terciopelo, brillis, tops muy cortos, cuello alto y aberturas por todas partes. Al principio me parecía muy hortera, muy inglés, pero cada vez me va gustando más (me voy mimetizando).

Una vez pasadas por chapa y pintura ellas, con una camisa abrochada hasta las cejas ellos, empiezan los pre-drinks. He llegado a ir a pre-drinks a las seis y media de la tarde, pero normalmente son como hacia las 9. Suelen ser más tranquilos que en España, y sobre las 11 y media, salen a la discoteca. Acaban sobre las 3 y media, 4. Sí, nos quejamos porque es muy pronto, pero contadas veces hemos aguantado hasta el final. Dentro el ambiente es totalmente diferente, por la música en primer lugar, y por el rollo que llevan en general. Porque están cien mil veces más locos que nosotros. Según mis observaciones periodísticas, creo que es por el alcohol. No hay nadie que no beba absolutamente nada ni nadie que sólo vaya contentillo: todos salen como si fuera la última noche de sus vidas.


En Nottingham las discotecas son bastante más grandes y hay muchísimas para el tamaño que tiene. Pero es que Nottingham es una ciudad muy, muy universitaria y tiene una cantidad enorme de bares, pubs y discotecas que abren todos los días de la semana. Suelen tener varias plantas con diferentes ambientes, y todas tienen algo especial. La primera a la que salí por aquí fue con Adri a Forum, por lo que la he cogido un cariño especial, aunque no he vuelto. Rock City tiene al lado el mejor puesto de hamburguesas de recena, y es la motivación de salir para Carlota. También me gusta mucho Market Bar, Ink, NG1... Pero tenemos varias pendientes que conocer todavía.


Pubs hay cien mil, de hecho el primer pub de Inglaterra (Ye Olde Trip to Jerusalem) está aquí. Y como hay tantos, cada uno tiene que sobresalir por algo. Mi favorito es el Pitcher & Piano, una iglesia transformada en bar (impresionantemente bonita y carísimo), en la que te regalan una copa al mes por suscribirte a su newsletter. Es de súper postureo, así que ya que me conocéis, no hay nada más que decir. En Das Kino tienes mesas para jugar al ping pong, y en Bunker al beerpong. Pit and Pendulum es como una mazmorra, el Boiler Maker es secreto, en el Spanky Van Dykes los jueves se va en pijama, en el Horn in Hand puedes elegir la música... Creo que ni saliendo todos los días a uno distinto llegaríamos a conocerlos todos. De bares, personalmente me encantan el Coco Tang, primer sitio que salí con Adri el primer día que nos conocimos, y el Baa Bar, el mítico sitio donde siempre acabamos cuando no sabemos dónde ir. Es como un bar científico en el que te ponen las copas en probetas y los chupitos en matraces, y los flamean o mezclan cosas para que salga humo y parezcan pócimas. También mola mucho The Approach, que siempre tiene música en vivo.

Pitcher&Piano


Pero no puedo hacer este post sin hablaros de las fiestas de NTU por excelencia, Ocean Wednesday. La más pura expresión del inglés de fiesta.


Os explico bien. Como os conté en el día que hice las pruebas de animadora, en la universidad se juntan por societies. Y los miércoles es la noche de las societies de Trent. Cada society se disfraza de un tema diferente, que va rotando y no es más que una excusa para que las chicas vayan con menos ropa todavía y los chicos sin camiseta.  Pero siendo la mayoría gente de sports, tampoco ponemos muchas pegas. Nosotras salimos con las cheerleaders antes de que nos rechazaran de su equipo, con los de Trent Media y con el equipo de Pole Dancing, al que pertenece Adri. Hemos ido de tigres, del videoclip de "Call on me", de superhéroes y villanos, de "cavernícolas"... No nos hacemos muchas fotos, así que os dejo las que me hago de broma para pasárselas a mi madre y a mis amigas.


Hacen pres juntos, en casa de cualquiera con gente que no conoces de nada y tan normal, para luego salir  un bar crawling, que consiste en una ruta de unos cinco bares diferentes. Se suele empezar en la SU (la delegación de estudiantes), que tiene dos bares (The Landing y The Loft) y una discoteca (The Level). Mi querida dele de España tiene un sofá, cuatro sillas y una cafetera. Pero bueno, comparaciones aparte, sí, ¡se bebe en la uni! Y lo que más me impacta de todo es que durante el bar crawling las societies permanecen juntas y van a la vez. En España, moviéndose de un sitio a otro, al igual queda alguien a quien seguir a la altura del cuarto. Pues no, ¡aquí todos siguen a rajatabla la ruta!



La parada final es Ocean, una discoteca enorme de la que os dejo un video que han hecho los de Trent TV, para que os hagáis una idea.


En su defensa diré que los miércoles se vuelven especialmente locos. Para las horas a las que empiezan a beber, que sigan de pie a las 12 es todo un milagro. Os dejo otro vídeo de nuestra nueva canción favorita de Ocean, para que veáis como se baila:


domingo, 24 de enero de 2016

El día que la distancia se me hizo cuesta arriba

Para este día, tengo una fecha muy concreta: el 24 de Octubre, el día que fuimos a Leeds. Ese día era el catorce cumpleaños de Pepito, mi hermano pequeño. Y mientras le felicitaba, me di cuenta de que era el primer cumpleaños que no le despertaba con cosquillas, esas que tanto le hacen reír pero le gustan tan poco. Por primera vez, no le iba a hacer su brownie para que soplara las velas y pidiera un deseo. Nunca le había felicitado por medio de un teléfono sabiendo que no iba a a poder comérmelo a besos.

Además, justo ese día fue particularmente especial para toda mi familia porque se bautizaron mis dos primitos pequeños, que cada vez son menos pequeños y más bonitos. No poder compartir la alegría de mi abuela, que estaba feliz, o no darle un abrazo a mi abuelo, o no jugar con mi prima, esos pequeños detalles que necesitan presencia física son los que más pesan.



Cuando suceden novedades y tengo que contarlas por WhatsApp a 8630 km de distancia (por el maldito cambio horario), el cumpleaños de mi Luci, que fue ayer y no lo pude pasar con ella, perderme la fiesta del fin de las oposiciones de mi hermana, la mudanza de mi madre, los perritos que nacieron... Estar aquí tiene muchas ventajas, pero la distancia se hace especialmente dura en torno a la gente que más quieres. Hay situaciones que requieren estar ahí. Y no estar, parece que erosiona, que desgasta, que esfervece, y es entonces cuando cuesta tanto tragar saliva. Cuando sabes que no vas a aparecer en la foto, y lo que es peor, que no vas a formar parte del recuerdo. Entonces sólo queda maldecir los kilómetros y dar las gracias al Skype mientras seguimos rezando por que se invente de una vez el teletransporte.



Menos mal que he encontrado a mi pequeña familia aquí, que me ayuda cuando me siento más lejos. Cuando alguien se va, o cuando te vas, cambia mucho la percepción de tu alrededor. Los aeropuertos se convierten a la vez en tu lugar favorito o el que más odias del mundo. La cercanía se siente de otra manera, con una llamada de Skype o un simple WhatsApp poniéndote al día de que todo va bien. Todo es cuestión de aprender a acostumbrarse: a veces toca a los horarios, al clima, o a la distancia.


miércoles, 20 de enero de 2016

El día que probé la comida inglesa

Ya venía advertida. No era algo que me pillara de nuevas. Sin embargo, no pensaba que fuera a ser para tanto. Yo en particular soy bastante especialita con la comida basura y precocinada, y no me atrae nada. Soy incapaz de comer kebab, y hace años que no tomo una hamburguesa del McDonals porque la carne me da un poco de asco. Básicamente, me gusta saber qué estoy comiendo, así soy de repelente. Además, a la hora de cocinar, hacía todo al horno o a la plancha, sin una gota de aceite, cosa que a mi hermana le espantaba.

Cuando llegué aquí no tenía ni sartenes, ni platos, ni cubiertos en el piso, por lo que los primeros días comía por ahí. Y cuando fui a Londres, más de lo mismo, ya que comíamos todos los días en la calle para no pasar por casa. No sé si es por la forma de cocinar, por lo industrial que es todo, porque usan mantequilla o un aceite diferente, o porque yo tenía estómago de aristócrata y no estaba acostumbrada a eso, pero me pasé las dos primeras semanas mala de la tripa. En particular el día después de comer fish&chips. Letizia me insistió, porque "era algo muy londoner que tenía que hacer en Londres", pero ella se pidió otra cosa. No pude acabar el plato, y cuando dejé de comer y vi cómo lo hacían desde mi mesa, por poco me da algo. El rebozado es como una pasta, meten ahí el pescado y lo sacan, como si bañaran un donut en chocolate. Y de ahí, directo a la freidora. Después de aquello no pude comer en todo el día siguiente y sólo el olor a comida me provocaba náuseas.

Mirad qué feliz estaba antes de empezar

Poco a poco creo que me he ido acostumbrando, aunque la comida inglesa no es algo extraordinario. He probado muchas cosas típicas de aquí y de momento sigo viva. En una de las comidas de la Fresher's Week probamos los scottish eggs, que son huevos cocidos empanados y con una especie de carne por dentro que se sirve frío. Sin comentarios. Otro día nos pusieron bagels, que no son sólo de aquí, pero nunca los había probado. Son como unos dónuts de pan, de diferentes sabores, y los puedes rellenar de dulce o salado.





En Leeds probamos las pies en un restaurante llamado Pieminister. Las pies son tartas rellenas de prácticamente cualquier cosa con una salsa que echas por encima. Son pequeñas pero muy densas, y estaban bien, aunque no es el plato que más me ha impresionado del mundo. Aquí en Nottingham probamos las jacket potatoes, que son patatas asadas rellenas de cualquier cosa: chili con carne, maíz, atún, mantequilla de ajo, baked beans... Y de nuevo, bueno, pues comestible, pero sin más. Nos quedan por probar muchísmas cosas, como el English breakfast (el típico desayuno de aquí con huevos, salchichas... y baked beans, que no me hacen mucha gracia), la roast dinner, que es un asado de pavo o pollo con verduras y gravy (salsa que se hace con los jugos de la cocción de carne y verduras). El gravy ya lo hemos probado, en la versión granulada dentro de un chupito de Bailey's: no, no es típico, eran unas novatadas que os contaré el día que salga de fiesta inglesa.





Démosle al César lo que es del César: aquí la especialidad y lo que hay que probar son los tés y los dulces. Los tea cakes me encantan, son una base de galleta con nube por dentro recubiertos de chocolate. Los shortbreads ni os cuento, a Diana en Sheffield le acabé un paquete entero. Son unas pastas de mantequilla, y a veces tienen caramelo o chocolate por encima. ¡A mi abuelo le encantaron cuando se las llevé! Con lo golosa que soy y lo baratos que son los dulces aquí (y lo cara que es la fruta y la verdura), ¡menos mal que voy al gimnasio!




domingo, 17 de enero de 2016

El día que me abrí una cuenta en el banco

Sí. Hubo un día en el que fui feliz haciendo papeleo, y os escribí emocionadísima por la eficiencia inglesa, después de sufrir la burocracia española con sus pausas para desayunos y cigarritos. Pues bien, ahí se quedó. En un día. Abrirme una cuenta bancaria fue un calvario que quiero compartir para que, si alguien pretende hacerse una, no sufra tanto como yo.

Mi banco español me cobraba muchísima comisión cada vez que sacaba dinero, así que la cuenta fue una de mis prioridades al llegar: me molesta bastante cuando te cobran cosas porque sí, como el ticket de la zona azul por aparcar en la calle, así que intentó evitar sentirme estafada todo lo posible. Por recomendaciones y lo que leí por ahí la más fácil era Barclays, así que allí fui. En Inglaterra otra opción para estudiantes es el Santander, aunque te cobran un poco por mantener la cuenta mensualmente, y para que no te cobren comisiones todo el mundo opta por Evo. Lo que me pidieron únicamente fue una carta de la universidad acreditando mi dirección y una solicitud online, además de mi documentación.

Como os conté, lo de la carta fue fácil y la conseguí enseguida. Pero lo de la solicitud... no podía pedir la cuenta de estudiante, porque no me quedaba más de dos años, y la normal tampoco, porque me pedían muchísimos datos que no tenía. Volví a la sucursal y no me ayudaron, dándome información diferente cada vez. A la tercera explicación contradictoria busqué otros bancos, pero no era "apta" para ser su cliente. Y como en Barclays me habían asegurado que podía abrir la cuenta sin problemas, volví a explicar mi situación, y le pedí directamente a uno de los ayudantes que me acompañara a hacer la solicitud por si volvía a tener problemas. Conseguí rellenarla y ya sólo faltaba procesarla, entregar los papeles y listo.

Pero no. No iba a ser tan sencillo. Cuando llegué toda contenta con mis papeles, resultó que la carta estaba mal. Debía tener unas características específicas que nadie me había explicado. Entonces comprendí que aquí la información se da por hecho, no te la dan, y tienes que sacarla tú. Y a pesar de parecer tonta, hay que preguntar hasta el mínimo detalle. Por tanto, para no jugármela, cogí la carta, un boli, y le pedí a la chica que marcara todo lo que faltaba, y tal cual la entregué en la secretaría de la uni para que la repitieran. Por enésima vez volví al banco (menos mal que está cerca de casa), y por fin pude abrirme la cuenta. El banquero me preguntó cosas muy raras sobre España y no sabía deletrear "journalism", pero ya me daba igual todo. Tenía mi cuenta, no más comisiones. En tres días me llegaría mi pin y al día siguiente mi nueva tarjeta.

Efectivamente, muy puntual, a los tres días llegó mi pin. Todo era demasiado bonito para ser cierto. Tanto, que algo tenía que pasar. La tarjeta nunca llegó. Resignada, volví al banco, donde ya me conocían, y me hicieron hablar por un teléfono donde no entendía nada pidiéndome unos datos sobre la tarjeta que desconocía, porque obviamente no la tenía. Desistí, hable con el chico e hizo como si mi tarjeta se hubiera perdido, la canceló y me pidió otra. Si no llegaba en cuatro días tenía que volver.

Se ven que me echaban de menos porque no llegó, y tuve que volver. Ya desesperada, me atendió una chica que averiguó que había pasado: los sábados en mi residencia no hay recepción, y justo se envió un sábado. Como la devolvieron, me desactivaron la correspondencia, y por eso no había llegado la segunda. Me la volvió a activar y me dijo que podía imprimirla en el momento, en la sucursal, para que pudiera irme a casa con mi tarjeta. Pensé que el sufrimiento daba sus frutos mientras la chica se fue a la impresora de tarjetas, para que al cuarto de hora llegara con las manos vacías. La máquina se había roto mientras imprimía mi tarjeta. No me lo podía creer, estaba gafada. No me puse a llorar en la mesa de milagro. Volvió a pedirme una y me aseguró que esta vez sí, en tres días la tendría.

A la semana, sin ninguna señal de la tarjeta, volví al banco bastante enfadada. Y con toda mi chuleria le dije al banquero que, o me conseguía la tarjeta, o cerraba la cuenta, porque la quería precisamente para sacar dinero, y si no no me servía para nada. Mítico ultimátum que te das a la compañía telefónica para comprobar que están dispuestos a darte para que te quedes. Pues el chico me contestó: "Bien, miramos lo de la tarjeta y si no te cerramos la cuenta enseguida, no hay ningún problema". No. No, no, no, no. Ese no era el plan. Yo iba de farol. No quería cerrar la cuenta. Me lo estaba jugando todo, no podía ser que hubiera hecho todo eso para nada. Estaba asustadísima. 

Y finalmente pudo darme la tarjeta, que sacó en el momento. Ahora puedo sacar dinero hasta en los supermercados, porque hay cajeros en cualquier sitio. Las transferencias las hago por TransferWise, que me ahorra las comisiones internacionales. Y ya he aprendido que no sólo hay que desconfiar de los banqueros españoles.

miércoles, 13 de enero de 2016

El día que por fin recogí mi cuarto y os lo pude enseñar

Todos los que me conocen saben que el orden no es una de mis virtudes... Pero que sepáis que no me reconozco ni yo desde que estoy aquí. ¡Recojo! Igual porque el cuarto es más pequeño y a la mínima ya no se ve el suelo , o porque es más fácil de mantener limpio. ¡Pero hasta me hago la cama todas las mañanas! Sí que es verdad que tuve mi momento Diógenes después de la Fresher's Week, esa en la que nos regalaban tantas porquerías, y mi mesa desapareció debajo de una montaña de panfletos por bastante tiempo. Ahora ya estoy empezando a tirar las cosas inútiles a la basura y no "guardarlas como recuerdo": guardaba como recuerdo hasta los tickets de la compra. No es un cambio radical, sigo guardando mis cositas, como un plano de metro de Londres y esas cosas, aunque he mejorado bastante.



Lo mejor del cuarto es la cama, que es doble. Es la primera vez que tengo una cama doble para mí sola, y me encanta. El edredón es de Primark y probablemente sea la mejor compra de mi vida. La primera noche aún no tenía y a pesar de ser principios de septiembre, me congelé por la noche, teniendo el abrigo de esquiar puesto. Así que lo primero que hice al día siguiente fue buscar el más gordito que hubiera, y ahora es imposible levantarme de la cama. La sábanas me las traje de España, de la cama de mi padre, concretamente, y el cojín viene nada más y nada menos que directo de Tailandia, regalo de Anita (el relleno lo encontré de milagro, porque sólo me trajo la funda).



Lo único que me falta son cajones, cajas, y esas cosas para organizar. Como dicen en las revistas de decoración que tanto me gustan, "espacio de almacenaje". Motivo de más para que sea imprescindible tenerlo todo en su sitio siempre, que si no es un caos y no encuentro nada. Mi madre va a llorar en cuanto vea que he escrito eso, se cree que soy un caso perdido. Aquí ese tipo de mobiliario es bastante caro, sobre todo las cajas. No sabía que algo que viniera vacío pudiera costar tanto. Así es como mantengo mis estanterías y mi escritorio, que es enorme así que tampoco tengo muchos problemas con él. Los libros, de España y de alguna librería de segunda mano de aquí, indispensables para que me sienta como en casa. Y mi adorno favorito del cuarto, regalo de mi Didi.






Elizabeth siempre me dice que tengo las paredes muy vacías. Toda la razón, Tengo una lista de fotos para imprimiros y pegaros por ahí, y encima me sale gratis porque la uni me da dinero para utilizar las impresoras, así que no tengo excusa. Lo único que tengo por el momento es la pizarra magnética con algunos trocitos de casa (donde suelo pegar vuestras postales, ahora no hay porque las llevé a Madrid con el resto de la colección).



¡Y esto es todo! No sé cómo me ha dado para hacer un post tan largo de un cuarto tan pequeño, a ver si va a ser verdad eso que me dicen últimamente de que hablo mucho.

domingo, 10 de enero de 2016

El día que volví

(y para quedarme)


¡Ya estoy de vuelta! Y esta vez, para quedarme seis meses seguidos. Recordamos que lo máximo que he estado han sido tres, así que es prácticamente el doble. Y esta vez, vuelvo con muchos proyectos, muchos objetivos y muchas cosas que preparar para la vuelta a casa. En definitiva, ¡muchísimas cosas que hacer! Tantas, que he decorado mi cuarto con todos mis propósitos, para tenerlos presentes todo el año, como hicimos el 2015.

Hacer esta maleta fue infinitamente más fácil: todo ropa y comida, porque podía facturar dos. Pero llevarla, fue infinitamente más complicado. Me tuvieron que ayudar dos guardias de seguridad haciendo el transbordo de autobuses y Adri al llegar, para cargar las cosas del bus al taxi. El viaje fue larguísimo y estaba muerta, así que después de deshacerlo todo, nos hicimos nuestra cenita con un vinito y nos dormimos viendo GH VIP. Se está bien en la segunda casa también.

Que sepáis que no hace más frío que en Madrid, y como el clima es más húmedo, se lleva mucho mejor. Llueve, pero no mucho. Y mirad cómo he amanecido esta mañana, si es que tenemos Inglaterra muy mitificada (y pasada por agua):


Pues nada, ya vuelvo a mi piso, mis sartenes que se pegan a todo, la comida cuestionable, mi edredón (que es el mejor del universo), los terribles pounds, los cafés suavísimos del Costa, el Lambrini... Y tantas otras cosas que se han hecho rutina y que me ha dado cuenta de que ¡no os he contado todavía! Así que uno de mis objetivos es empezar a actualizar el blog regularmente, para recoger hasta el último detalle de la vida en Inglaterra, y la vida de una estudiante de intercambio. Tengo muchas ideas y muchas sorpresas, así que como ya os suponéis, ¡nos vemos muy pronto!