domingo, 11 de octubre de 2015

El día que fui feliz haciendo papeleo

(entrada que nunca podría escribir en España)


Cuando te vas de Erasmus hay que hacer muchísimo papeleo. Muchísimo. Y aparte, como te mudas a otro país, hay que hacer mucho más papeleo extra. Mi amiga Saioa, en Alemania, ha tenido hasta que empadronarse. Hacerte el teléfono nuevo, la cuenta del banco, el contrato de tu vivienda, la matrícula de la nueva universidad, de la vieja, los papeles para que te den la beca...

Este día necesitaba una carta de mi universidad acreditando que estaba estudiando allí durante un año para poder abrir la cuenta bancaria. Ya había ido previamente, pero no pudieron ayudarme porque no había completado aún la matrícula online (¡culpa mía!). Además, estaba en otra facultad que no era la mía, y a pesar de ello, la secretaria (majísima) me explicó cómo solicitarla paso a paso. Me dijo que, con la calma, acabara esta noche mi matrícula, y que al día siguiente llamara a mi responsable, para lo que me dejó un post-it con su nombre, despacho, dirección y dos números de teléfono para llamar. Me aconsejó que al hablar con ella me tirara un poco el pisto para ahorrarme ir al campus de Clifton y conseguir la carta vía email. Y la hice caso, y además, me llevé un boli de regalo.

Cuando llamé al día siguiente a uno de sus teléfonos, no pudieron ayudarme y me dieron uno general para llamar. Como andaba con el día un poco vago, no me enteré de nada y tampoco lo apunté, esperando volver a la uni dentro de poco. Mandé un mail pero como no me contestaron, no fue hasta el viernes cuando me digné a volver. Y aquí viene lo impresionante:

No tuve que esperar lo más mínimo porque hay cinco secretarios haciendo que todo vaya muy dinámico. Le conté mi situación a un chico y le pregunté por otro de los teléfonos que me habían dejado (una extensión): me llevó hasta una de sus terminales, esperó a que marcara por si tenía algún problema, y mientras comunicaba, me trajo un taco de post-it (rosas) y un boli por si tenía que apuntar cualquier cosa. Boquiabierta, me deshice en thank yous, nadie me había tratado nunca tan bien sin la intención de venderme algo.

Hablé con mi tutora, que se disculpó mil veces y me prometió que hoy mismo tendría mi carta. Colgué el teléfono y acto seguido sonó la notificación del correo en mi móvil: "Perdón por la tardanza, María, aquí tienes la carta que necesitas". Treinta segundos de tardanza. Sigo impresionada. Y por supuesto, me llevé los post-it y el boli de regalo. Qué simple soy.

Se ve que estaba sola en casa


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