jueves, 10 de septiembre de 2015

El día que conseguí cerrar la maleta

(y me ha costado 5)

He conseguido preparar para meter en un avión el próximo año de mi vida. Con límite de peso y un clima regulero (¡que jerséis y abrigos ocupan más!) Mis maletas son: una de ruedas en la que podría caber yo (que voy a cambiar en cuanto vuelva porque no puede ser más incómoda), una bolsa de viaje en la que también quepo de sobra, y la mítica maleta de mano tamaño Ryanair para los viajecitos en la que también quepo yo, porque vamos a reconocerlo, no aspiro a jugar en la NBA. Y con esto tengo que moverme sola por el aeropuerto, del aeropuerto al bus, y del bus a la resi, cosa que me da más miedo que el resto del año en sí.



Desde el primer minuto que uno se va de Erasmus empieza a enfrentarse a decisiones cada vez más complicadas: ¿Qué universidad elijo? ¿Dónde voy a vivir? ¿Qué asignaturas cojo? ¿Saco estos zapatos, o sigo empujando hasta que cierre? Y el momento crítico, llega cuando empiezas a autoconvencerte de todo. Estas tres faldas negras no son iguales, pero la verdad, con una me vale. Los tacones no quedan taaaaaan bien para todo el espacio que ocupan. Me sobra ropa (!!!). Y cosas del estilo que piensas en momentos de delirio, sabiendo que te vas mañana y no eres capaz de levantar la maleta tú sola, como para subirla a la cinta de facturación y esperar que no la rompa.

Lo único que puedo decir es que he aprendido a ser creativa, y sobre todo, que no hay nada nuevo bajo el sol. Iba yo tan contenta pensando todos los tips y consejos que podía poner para todos aquellos que fueran a jugar al tetris con su equipaje, como meter cosas dentro de los zapatos. Y luego resulta, que es lo que hace todo el mundo. Además, con lo que soy yo, seguro que me lo dejo todo. Pero sin problemas, que como me dijo Laura, si no te has acordado de meterlo, no es importante. Mirad como el aceite de oliva fue prioridad #1.


No se me da bien viajar ligera...

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