miércoles, 30 de septiembre de 2015

El día que me matriculé en Travel Writing

Lo primero de todo, quería daros las gracias a todos lo que me leéis y comentáis. Me encanta saber que estáis ahí, que me seguís en mi aventura y que os gusta enteraros de todo lo que hago. ¡Gracias, gracias y más gracias!


Cuando yo me fui de España tenía todo lo del tema de la Universidad cerrado: clases, convalidaciones, y todas esas cosas. Podía elegir entre un montón de asignaturas de toda la escuela de artes y humanidades de mi universidad, que incluye periodismo, filosofía, ciencias políticas, filología,  sociología, y todas esas carreras que a mí me apasionan. ¿Cuál es el problema? Que periodismo se estudia en el City Site, donde tienen salas de redacción y estudios de televisión de Notts TV, la tele local, y unas instalaciones muy modernas y preciosas, y a tan sólo diez minutos a pie de mi residencia. Y el resto de carreras se cursan en el campus de Clifton, que es enorme, muy moderno y precioso peeeeero... a media hora en autobús.

No me puedo quejar tampoco mucho, porque la Carlos III está a hora y media de mi casa, pero quería aprovechar todo lo que pudiera el campus del City Site. Así que elegí casi todas mis asignaturas de periodismo menos una de sociología (comunicación política) que me apetecía mucho darla. Por el camino me dejé algunas muy interesantes, como por ejemplo una que dan en filosofía que se llama Melancholy and Happiness, pero claro, eso no me lo convalidan por ninguna de allí...

Como todo el papeleo lo tenemos en Clifton, nos hemos acercado hoy a que nos corrijan los horarios y me han comunicado que tenía una incidencia en el mío. Hay dos asignaturas que se parecían mucho y no me dejaban cursarlas juntas, y he tenido que dejar una y cogerme otras dos a cambio. Una de ellas ha sido la optativa de periodismo deportivo, que la doy en cuarto y así me la quito, y no me hace mucha ilusión, pero bueno, es en el centro y me viene bien. Y la otra es una de las asignaturas que más me fastidiaba no poder coger, y ahora ya tengo excusa para hacerla... TRAVEL WRITING! Mamá, te traduzco, es escritura de viajes. Lo que más me gusta en la vida es viajar y escribir, así que podéis imaginaros la ilusión que me hace. Es en Clifton y no sé bien por qué asignaturas la voy a poder convalidar, pero no me importa. ¡Os iré enseñando todo lo que aprenda en el blog!

De momento no lo han cerrado y tengo que esperar un poco a ver qué me dan, porque tienen un jaleo enorme. En principio, doy News Production Skills, Global Journalism, Travel Writing, Sports Journalism y Political Communication, de tres carreras diferentes. Empiezo este lunes, ¡os contaré todo!

viernes, 25 de septiembre de 2015

El día que llegué a Londres


Dos días después de llegar a Nottingham, me fui a Londres a ver a mi amiga Letizia. Londres siempre ha sido una de las ciudades que más me ha llamado la atención (por no decir la más) y llevaba años muriéndome por conocerla. Por eso, cuando me enteré que coincidía con Leti ni me lo pensé. Fui en autobús, con una compañía que se llama
Megabus, que es mi nueva favorita para siempre. Es baratísima, y cogiendo los billetes con antelación y a horas bastante raras (pero no nos importa, porque somos jóvenes), te pueden llegar a salir por 1€ cada ticket + 1,5€ de tasas. 
Eso sí, Londres y Nottingham están a una hora y cuarenta minutos, y el autobús, que paró en todos los pueblos de Inglaterra, tardó tres. Pero merece la pena. Yo que fui más exquisita con las horas pagué 7€ por un billete y 4 por el otro, cuando en cualquier otra compañía no baja de 34€. Lo pasé muy mal al principio, porque estos autobuses salen de una parada especial, y yo, demostrando que soy un pato, llegué con cuarenta minutos de antelación a la estación de autobuses... de donde no salía. Y como las desgracias nunca vienen solas, el bus llegó una hora tarde. Claro, llegué justísima a la parada correcta e iba con un miedo infinito por haberlo perdido, pero no, ¡menos mal! Desesperada, pregunté a toda la cola, y resulta que la compañía tiene un teléfono de incidencias que funciona muy bien. Lo bueno de viajar sola es que, en casos como éstos, te obligas a hablar con gente, y al final me acabaron regalando un cupón para un desayuno, para que no se caducara.





Nada más llegar a Londres me encontré con Leti, nada más y nada menos que después de cinco años. Nos conocimos en un intercambio entre nuestros pueblos y hemos seguido en contacto desde entonces, pero nunca habíamos conseguido volver a encontrarnos. Fue una sensación muy rara pero increíble, estando con ella me sentía como si nos conociéramos de toda la vida, y hemos descubierto que somos exactamente iguales. Cenamos sushi mientas nos poníamos al día de todo lo que no nos habíamos contado, fuimos a su piso a dejar mis maletas y nos volvimos a la ciudad. El transporte en Londres no es caro, es lo siguiente, ¡increíble! Por eso,
me compré la  Oyster Card  de una semana, que aunque es bastante cara, me dio muchísima libertad de movimiento por la ciudad,
y os puedo asegurar que la amorticé. Es una preocupación menos, así que no lo dudéis si vais, mucho mejor que cualquier otro bono, la tarjeta recargable en la que pagas con cada viaje o cualquier otra opción que tengáis (si os quedáis tiempo suficiente, claro). Para usar el transporte público en Londres, Plan A Journey te organiza el medio, los transbordos, los búhos, los horarios... Para que en todo momento sepáis como llegar a casa.

La primera noche fuimos por el río Támesis de puente a puente, anduvimos hasta las dos y pico de la madrugada. Imaginaos mi cara cuando me bajo del metro y lo primero que veo es el Big Ben de noche, todo iluminado. ¡¡Por fin estaba en Londres!! Los árboles de los paseos están iluminados con lucecitas, las fachadas son como de cuento, y los reflejos que se forman en el río son increíbles. Con este panorama, a mí, que no soy de grandes ciudades, me enamoró al instante. Las fotos que hice son bastante malas porque mi cámara no es muy buena y no sé usarla bien, pero para que veáis.




















domingo, 20 de septiembre de 2015

El día que me perdí por primera vez

(y tardé tres días, que para mí es bastante)


Con todo lo que me gusta a mí viajar, y aún no se orientarme, desgraciadamente. Por eso, me sorprende que después de un día y medio siempre hubiera sabido llegar a casa sin problemas. En algún momento tendría que pasar. El jueves por la mañana salí a correr, por la zona contraria al centro del pueblo para fichar un nuevo supermercado. Miré las indicaciones en Google Maps, y confiando demasiado en mí, salí de casa. 

Bien, al llegar al primer cruce, ya se me había olvidado para dónde girar. Después de pasar por el parque del Arboretum, que os enseño en las fotos, llegué a otro enorme con varios campos de fútbol, todo cuesta abajo. Por tanto, dar media vuelta y volver por donde había venido dejó de ser una opción, ya que todo Nottingham son cuestas bastante empinadas. 20 minutos después ya me había cansado demasiado y empecé a caminar, metiéndome por calles por las que pensaba que llegaría antes a casa. ¡Pero no! Acabé en una zona residencial preciosa, y cada callejón que descubría me gustaba más que el anterior. Cada parte nueva que visito de esta ciudad me engancha un poco más. Todas las casas son rojas, con esos ladrillos y esos tejados tan típicos ingleses que siempre parecen mojados. Todo es verde, así que lo voy a pasar bastante mal en primavera, pero no puedo esperar a que ahora en otoño (mi estación favorita) se ponga naranja y dorado.

Ahí estaba yo, maravillada con todo pero totalmente perdida, y como acababa de correr, toda sudada y apestosa. No llevaba ni teléfono ni cartera ni nada. Me daba muchísima vergüenza acercarme a alguien a preguntar oliendo tan mal, así que guiándome por las paradas de autobús que se dirigían al centro conseguí llegar a una zona conocida. Sí, tardé dos horas y media en volver, pero mereció muchísimo la pena. Esta ciudad es enorme y más bonita a cada paso. Me encanta ser más torpe que nada en el mundo para poder perderme por aquí muchísimas más veces. Os dejo fotos de otro de los días que fui a pasear por la misma zona pero con cámara de fotos, y así os enseño mi barrio. Atento papá, que aquí es donde me has mandado!




Éstas son mi calle y mi zona, al ladito de la resi.
















jueves, 17 de septiembre de 2015

El día que me cambié a un móvil inglés

Cuando te mudas a otro país, y sobre todo si quieres trabajar, hacerse con un número nacional es imprescindible. Para poder llamar sin ninguna preocupación, tener datos en la calle, y en especial, que te llamen. En Inglaterra, existen varias compañías de prepago que no necesitan ningún tipo de contrato de permanencia. Llegas, coges tu tarjeta, pagas tu tarifa y listo. Una de ellas es Lebara, que cuenta con tienda física para adquirir tu SIM y recargarla, por si es más urgente (también se puede hacer por Internet). La que uso yo es de GiffGaff, que es exclusivo todo por internet, y te la envían a casa.

Cuando preparas una mudanza de este tipo, es normal que te emociones muchísimo y no puedas dejar de mirar cosas.
Informarse de todo está bien, pero hay casos, como en este, en los que es mejor no apresurarse. 
Si te vas de Erasmus y a una residencia, como yo, es bastante probable que en el welcome pack te venga incluida. ¡A mí hasta me venía con una baraja de cartas! Y si aún así tienes que pedirla, al ser compañías inglesas, van a tardar diez veces menos en enviártela en Reino Unido que a España, o a otro país. Es una tontería pedirla antes porque es muy probable que no llegue, o que llegue cuando ya te hayas ido, o que haya infinitos problemas que te va a costar mucho más solucionar desde el extranjero.

Por lo general, todo el mundo usa GiffGaff, y tienes llamadas gratis a todos los números GiffGaff, cosa bastante interesante si conoces a mucha gente internacional. Tienen unas tarifas llamadas goodybags, que puedes elegir cada mes, que oscilan desde las £5 a las £20. Yo tengo la de £10, con la que obtengo 1GB de datos, 500 minutos de llamadas gratis y SMS ilimitados. Además, si la pedís con recomendación de un amigo, como por ejemplo desde este enlace, tenéis £5 extras de saldo. No hace falta acordarse todos los meses, se puede activar para que automáticamente se cobre el pack desde tu tarjeta. ¿Lo único malo? Que te cobran por llamar al buzón de voz, así que mucho cuidado y desactivadlo si no es necesario.



Por último, para el whatsapp y esas cosas, no hace falta cambiar el número. Yo no sé que número tengo ni cómo se cambia, porque tengo las dos tarjetas SIM en el mismo teléfono. Ya lo descubriré dentro de poco, pero al cambiar el número del whatsapp se cambia automáticamente con todos los grupos, así que no vais a perder nada al hacerlo ni nadie perderá vuestro contacto.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

El día que aterricé en Nottingham

El día 8 de Septiembre, martes, a las cuatro y media de la mañana, mi padre me llevó a la T4, de donde partiría rumbo a Londres. Mi vuelo salía a las 7, no llegué justa, pero las dos azafatas para los 39 mostradores no agilizaron mucho la facturación. Según mi billete, mi límite estaba en las 6:05, así que con un ataque de pánico a las 6:03 me colé por debajo de la valla para suplicar por mis maletas y la azafata me coló (sólo iba la tercera, así que no fue para tanto). Al final tenía para hacerlo hasta las 6:15, me llevé bronca, pero bueno.

Cambié allí el dinero con mi padre, para ir más segura, y corrí a pasar el control 15 minutos antes de que abriera la puerta de embarque de mi vuelo. Y por la ley de Murphy, me tocó la puerta H4: la última de toda la terminal, la que está en la esquina, con otro control de policía de por medio. Corrí por todo el aeropuerto con mi abrigo de esquiar puesto, la bufanda, la maleta, el bolso gigante, mi gorro, y se me caía todo. Como llegué justísima, esperar, no esperé nada. Me tuvieron que esperar a mí porque llevaba la documentación en una bolsa monísima pero que le estaba un poco justa, así que me costó bastante sacarla... Así que si no queréis que os odie todo el avión, ¡siempre a mano!

El el avión hice un par de fotos del amanecer, que fue precioso, pero caí rendida, ya que apenas había dormido rematando las maletas y despertarse a esas horas no es propio de una señorita. Me desperté justo para ver el aterrizaje, y seguía sin creérmelo. Aunque aún a día de hoy, sigo sin creérmelo. El control de la frontera fue facilísimo y rapidísimo, Heatrhow es un aeropuerto precioso y muy cómodo, donde todo funciona genial. Hasta las maletas llegaron antes que yo al punto de recogida.




Para ir a Nottingham, cogí un autobús de National Express que salía del propio aeropuerto, pero de otra terminal. Vi que se podía llegar en metro, una parada, y cuando voy a sacar el billete... ¡¡£ 4,80!! Obviamente no iba a pagar eso, así que me acerqué al mostrador de la compañía para ver de qué manera podía llegar y me cambiaron la parada por la que estaba justo en frente, en la misma T5. Otra cosa que aprendí, para la próxima, es que
en todos los aeropuertos hay lanzaderas gratuitas entre terminales, así que no hay que pagar para moverse entre ellas.
 (para que no os pase lo que casi a mí)

Ya relajada, me senté a esperar tomando un té y enganchándome a todo WiFi que pillara para avisar de que había llegado bien. Me pareció muy curioso que a la gente, cuando hablaba, apenas se la oía. Las únicas voces que se oían, hablaban en español. Por lo demás, todo muy silencioso. En la cola del autobús conocí a un chico que también venía a Nottingham y que había venido en mi vuelo (de hecho, me vio colándome para facturar). Así que el viaje, unas 3h, se me hizo bastante corto. Después cogí un taxi, que no fue muy caro, de la estación a mi futura nueva casa. Son como los típicos de Londres pero en color verde botella, ¡monísimos! En la residencia, que ya os hablaré de ella, tuve un problemilla con el check-in pero lo solucionaron pronto, así que me subí a mi nueva habitación, deshice mis maletas y me fui a explorar.





Por cierto, ¿que cómo llevé las maletas al final? Bien, me las llevaron. En el aeropuerto, con el carrito; luego me ayudó el chico del bus hasta la parada de taxis; me las subió y bajó del taxi el taxista; y en la resi, un chico de mantenimiento me las subió a la habitación. Así que, ¡sin problemas!

jueves, 10 de septiembre de 2015

El día que conseguí cerrar la maleta

(y me ha costado 5)

He conseguido preparar para meter en un avión el próximo año de mi vida. Con límite de peso y un clima regulero (¡que jerséis y abrigos ocupan más!) Mis maletas son: una de ruedas en la que podría caber yo (que voy a cambiar en cuanto vuelva porque no puede ser más incómoda), una bolsa de viaje en la que también quepo de sobra, y la mítica maleta de mano tamaño Ryanair para los viajecitos en la que también quepo yo, porque vamos a reconocerlo, no aspiro a jugar en la NBA. Y con esto tengo que moverme sola por el aeropuerto, del aeropuerto al bus, y del bus a la resi, cosa que me da más miedo que el resto del año en sí.



Desde el primer minuto que uno se va de Erasmus empieza a enfrentarse a decisiones cada vez más complicadas: ¿Qué universidad elijo? ¿Dónde voy a vivir? ¿Qué asignaturas cojo? ¿Saco estos zapatos, o sigo empujando hasta que cierre? Y el momento crítico, llega cuando empiezas a autoconvencerte de todo. Estas tres faldas negras no son iguales, pero la verdad, con una me vale. Los tacones no quedan taaaaaan bien para todo el espacio que ocupan. Me sobra ropa (!!!). Y cosas del estilo que piensas en momentos de delirio, sabiendo que te vas mañana y no eres capaz de levantar la maleta tú sola, como para subirla a la cinta de facturación y esperar que no la rompa.

Lo único que puedo decir es que he aprendido a ser creativa, y sobre todo, que no hay nada nuevo bajo el sol. Iba yo tan contenta pensando todos los tips y consejos que podía poner para todos aquellos que fueran a jugar al tetris con su equipaje, como meter cosas dentro de los zapatos. Y luego resulta, que es lo que hace todo el mundo. Además, con lo que soy yo, seguro que me lo dejo todo. Pero sin problemas, que como me dijo Laura, si no te has acordado de meterlo, no es importante. Mirad como el aceite de oliva fue prioridad #1.


No se me da bien viajar ligera...