Como ya os he contado hace poco, la despedida de Nottingham fue una locura. En las últimas semanas vinieron a verme Raquel y Laura, hubo muchas salidas por las excusas de las despedidas y mucho, mucho papeleo que hacer. Y las maletas. ¡Qué tortura! Me costó mil veces más hacer la de vuelta que la de ida. Jamás habría pensado que se pueden acumular tantas cosas en un cuarto tan pequeño. Aún dejándome la mitad (Elizabeth estaba más contenta que el Día de Reyes), llevé nada más y nada menos que 5 bultos, que para mi tamaño y lo sola que iba fue todo un logro.
La verdad es que tuve una sensación muy rara. Sí que es verdad que yo me fui de las últimas porque me quedé un finde extra trabajando, y cuando me fui todo estaba muy vacío ya. Pero sentí como que ya había cerrado la etapa, y aunque estaba totalmente acostumbrada a mi nueva rutina allí, no me costó tanto despedirme como pensaba. De Elizabeth sí, muchísimo, pero el resto del piso ya se había ido. De momento, tampoco he tenido mucho tiempo para echarlo de menos. El trabajo sí, eso ha sido sorprendentemente lo único. Pero con la cabeza llena de nuevos planes y proyectos, he asimilado bastante bien que ya se me ha acabado el Erasmus. Gracias a Dios, así no tendré la famosa depresión post-Erasmus de la que tanto hablan.
![]() |
Nuestro último snapchat inglés |
Básicamente, vimos los sitios más turísticos de nuevo, porque aquí la amiga, a pesar estar recién llegada y morenita de California y a puntito de irse a Australia, nunca había estado en Inglaterra. Por mi mejor, porque así me despedía bien de Londres. Nos quedamos un par de noches en South Kengsinton gracias a la gran Tita, que nos acogió en su casa. Nada más dejar las maletas fuimos al Big Ben, y por St James's Park, de camino a Buckingham, nos cayó el diluvio universal. Tuvimos que volver a casa a cambiarnos, y lo retomamos donde lo habíamos dejado. Buckingham Palace, Trafalgar Square, los Circus y un gintonic en taza por el Shoho.
Al día siguiente fuimos a Camden, donde tomamos un helado tailandés para desayunar (recomiendo el de fresa y albahaca aunque según Laura sabe a porro de fresa). Después fuimos a St Paul's Cathedral, nos perdimos por London City y milagrosamente supe llegar a la Tower of London y el Tower Bridge. Cruzamos a la otra orilla e hicimos el paseo del Támesis, tomamos un té en el Costa del Hays Galeria (que me encanta, no el Costa, la galería), y cogimos el metro para volver a Oxford Circus. Ahí empecé a notar como que me dolía un poco la planta del pie. Y cuando se me ocurre mirar, habíamos caminado tanto que tenia un agujero tremendo en la planta de las zapatillas y en el calcetín. Fui palpando con la planta de mi precioso pie todo el metro de Londres (que es asqueroso), y luego medio Oxford Street buscando un Primark para comprar unas chanclas de £0,90. Sentía tanto asco que paramos mucho antes, en un H&M, y ambas nos compramos zapatos nuevos porque los nuestros estaban destrozados. Tiré los viejos en la misma tienda. Los nuevos, al ser nuevos, me hicieron hasta sangre de las rozaduras, pero eso es otra historia.
Muertas de cansancio y con los pies vendados hasta la rodilla, volvimos a South Kengsinton, compramos sushi y una botella de vino para cenar y nos arreglamos para salir por la capital inglesa. Seguimos las recomendaciones de Crisu, Tita y un RRPP poco fiable que nos encontramos por la calle y fuimos al TigerTiger, donde tuvimos una noche bastante inglesa. Al día siguiente fuimos a Harrods y Hyde Park, comimos y cogimos el National Express rumbo a mi última noche de trabajo, mientras Laura descansaba en mi cama.
El sábado hicimos todo el turisteo que se puede hacer en Nottingham: comenzamos con un buen English Breakfast en el Wetherspoons de Old Market, que tiene una cristalera panorámica en el segundo piso con unas vistas muy bonitas. Después hicimos todo el turisteo posible que se puede por Nottingham, que lo he puesto tantas veces (y las que me quedan) que ya os lo sabéis de memoria. Tras el último paseo obligado por mis tiendas favoritas (las de segunda mano, IceNine, Paperchase, y cómo no, el Gran Poundland) cogimos la cena y nos arreglamos para salir por mi bar. La barra libre que tuvimos, servida por mí, nos dejó machacadas, por lo que el domingo fue un clásico y nada enorgullecedor domingo erasmus: risas como locas, un catch-up como se merece, mucha comida de estudiante (con litros de salsa de soja), recuperar alguna que otra hora de sueño y arreglarnos para volver a salir. Esta vez fuimos a la última discoteca que me faltaba por ver de Nottingham, The Bowery, y sí, un domingo, porque allí se sale todos los días. Volvimos a ver a la ya mi exjefa que nos invitó a chupitos de Jaggerbom, y volvió a ser otra noche memorable.
El lunes acompañé a Laura a la parada de autobús y sólo me quedaba por hacer la parte mñas desagradable: Vaciar mi habitación y la cocina, ir a Clifton a hacer papeles, cerrar la cuenta del banco, despedirme de Elizabeth... Y por último, coger el avión que me devolvió al calor de Madrid.
Gracias Nottingham por dejarme aprenderme tus calles a base de footing, por tantas experiencias, tantos cafés, botellas de vino, gente maravillosa, viajes increíbles y noches para recordar. Y sobre todo, gracias por darme tnata confianza, tanta independencia, tantas ganas y tanta hambre de mundo. Gracias por hacerme soñar despierta cada día y haber avivado toda la pasión que tenía. Te debo mucho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario