miércoles, 10 de febrero de 2016

Destino: Nürnberg (Alemania), con Saioa




El 10 de Septiembre de 2015 comencé mi aventura, esta aventura que ha durado 6 meses (aunque no me hubiera importado que fuera alguno más). Aterricé en Nürnberg después de coger dos aviones, ya que volando desde Bilbao tengo que hacer escala en Dusseldorf. Para los que ni os suena de oídas, Nürnberg es una pequeña ciudad alemana en el estado de Baviera, muy cerca de Munich, que supongo que ya os suena algo más. No me sorprende que no la conozcáis, porque cuando me dijeron que me venía aquí de Erasmus, lo primero que tuve que hacer fue situarla en el mapa.

Los primeros días, o incluso semanas, me atrevería a decir, fueron horribles. Tenía que empadronarme, abrir una cuenta del banco, y muchos otros trámites del estilo. Y todo ello en alemán, sí señores, ¡en alemán!, ese idioma que suena tan grosero y basto... Además, cuando llegué mi conocimiento de alemán se reducía a los míticos "hola" (hallo), "adiós" (tschuss) y "mi nombre es... (Ich heie…) con lo que no me era suficiente para todo (¡menos mal que me tocó un chico joven que hablaba inglés!).


Cuando estás en una ciudad nueva en la que no conoces nada ni a nadie, siempre se agradece cualquier ayuda, y para eso estaba mi buddy, Kerstin, una chica que me asignaron en la uni que se preocupaba por mí. Vino a recogerme al aeropuerto, me trajo comida e incluso su propio edredón y manta. Al principio no tenía absolutamente nada: una cocina, sí, pero sin sartenes ni cubiertos, así que los primeros tres días me alimenté a base de latas de atún y tortitas de arroz hasta que conseguí comprarme la primera sartén y pude hacerme una tortilla francesa (¡me supo a gloria!). Tampoco estaba acostumbrada a comer sola y estar sola todo el día, pero enseguida conocí a unos alemanes en la residencia que me trataron muy bien, y a Mariola, una chica que ha sido casi como mi hermana aquí.



Llegué un mes antes de que comenzaran las clases (y con todo lo que había que hacer, menos mal), así que pude explorar la ciudad tranquilamente y hasta me compré una bicicleta de segunda mano. Aquí se lleva mucho eso de la bici, aunque llueva o nieve, cosa que a mí ni se me pasaría por la cabeza. Ese mes me sirvió para conocer a Erasmus de muchos países, sobre todo asiáticos, españoles también. Aunque viniera con intención de no juntarme mucho con ellos, lo he acabado haciendo grosso modo. Especialmente con un grupito de Málaga con los que no puedo parar de reírme. En realidad, los horarios españoles son un problema en el resto de países europeos. Si quería quedar para cenar con alguien, eran los únicos que no cenaban a las 18:30-19:00 de la tarde. Aunque al final me he acabado amoldando a sus horarios (la rutina también me lo exigía).

La comunicación no fue un problema, aunque los primeros días acabada agotada de hablar inglés y casi prefería que no me preguntasen nada. Además la conversación era siempre la misma, "Where are you from? How long are you staying? What are you studying?", por lo que casi tenia las respuestas automatizadas.



Los primeros días en la universidad fueron un poco caóticos, aunque conseguí amoldarme pronto. No fue tan fácil el horario de comer, ya que aquí las pausas son de 13:00 a 14:00. O por ejemplo, cuando tenía clase a las dos, tenía que estar comiendo casi a las 12:45 para llegar. Además, las comidas que hacen aquí no son muy abundantes y los mini-bocadillos que venden en la uni no me quitan el hambre. Me sorprendió en en cada aula hay un lavabo (supongo que para lavarse las manos después de usar la tiza). Qué decir de los alumnos y profesores, en cuanto a los profesores, me ha servido para descubrir que los que no saben dar clase no sólo los tenemos en España. Y en cuanto a los alumnos, hay de todo también. La gente entra y sale de clase cuando quiere, comen en clase, usan el móvil... ¡y nadie les dice nada! Incluso he tenido profesores que han ido a clase con el termo de café o té.

El tiempo vuela aquí, las semanas pasasron sin darme cuenta, y de repente llegó Diciembre y con él la Navidad. Nürnberg tiene uno de los mercados de Navidad más antiguos de todo Europa, así que me encantó poder visitarlo. Y lo que lo hizo aún mejor, ¡vinieron mi padre y mi hermana! El 23 de Diciembre volví a casa por Navidad (como el turrón) aunque el 5 de enero ya estaba aquí otra vez (sí, me quede sin regalos de reyes y sin roscón). El último sprint ha comenzado, y ahora toca estudiar para los exámenes finales, ¡que para eso me he venido a Alemania!



Estaré por esta maravillosa ciudad que ha conseguido enamorarme hasta el 12 de Febrero. Entonces, vuelta a Bilbao y a seguir disfrutando con la gente de allí, a la que también he echado de menos. Echaré de menos a toda la gente que he conocido, pero no la comida alemana (sólo sus variedades infinitas de chocolates y gominolas Haribo). Este es un pequeño (MUY pequeño) resumen de la experiencia, que le recomiendo a todo el mundo vivir al menos una vez en la vida. No descarto volver aquí en años próximos, ¡menos ahora que ya controlo un poco más el alemán!

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