jueves, 10 de marzo de 2016

Cómo sobreviví a una relación a distancia de Erasmus (por Mónica Timón)

Hola Erasmus, ¿adiós pareja?

Llevábamos dos años juntos cuando le dije que estaba confirmado: me iba de Erasmus. Él sabía que era una idea que me llevaba rondando la cabeza mucho tiempo y en todo momento me animó a llevar este sueño adelante. Los dos somos culos inquietos y viajamos siempre que podemos y, como es obvio y aunque nos gustaría, no siempre juntos. Sin embargo, esta vez era diferente por varias razones. La primera es que me iba cinco meses. Puede que no parezca mucho pero cuando estás acostumbrada a ver a alguien casi cada día, lo es. Durante dos años, la única distancia que había entre nosotros en el día a día eran las dos paradas de metro que separan mi casa de la suya. En poco tiempo vimos como ese par de kilómetros se convertía en casi dos mil. Además, no era un viaje cualquiera, ya sabéis "Erasmus Orgasmus" y un sinfín de historias que creaban una fama que no ayudaba demasiado.


Todo el mundo que nos conocía aseguraba que nuestra relación era lo suficientemente fuerte como para soportar esta distancia y nosotros capaces de superarlo. Lo cierto es que no hacía falta que nadie lo dijera (aunque siempre viene bien que te animen), teníamos claro que confiábamos el uno y en otro y en que nuestra relación se haría más fuerte después de esta experiencia.

Los meses volaron y llegó el día de despedirnos. Despedirse es ya difícil de por sí pero lo es más aún cuando no tienes fecha de reencuentro. Durante estos meses intentamos hacer partícipe al otro de nuestro día a día, aunque no siempre era fácil. La ocupada vida social que todos tenemos durante el Erasmus (creo que nunca había ido a tantas "Welcome Party" en mi vida), las ganas de ver cuántos más países mejor y el hecho de que, lógicamente su vida continuaba también, complicaron aún más la comunicación.


Los días que iba todo bien, la distancia no suponía ningún problema. Pero no voy a decir que todo fue un camino de rosas porque siempre hay días malos. Y días muy malos. Y en esos días ninguna llamada, ni siquiera por Skype, era suficiente para acortar la distancia, o al menos, hacerla menos presente. Pero siempre queda en la manga el as de los reencuentros: poder enseñarle tu nueva vida, presentarle a tus nuevos amigos y darte cuenta de que, a pesar de lo que habéis crecido por separado, estás igual de bien juntos.

Por eso, más que nunca quien quiere puede y, lejos de suponer un distanciamiento o falta de confianza, en nuestro caso ha supuesto todo lo contrario. La distancia puede separar o hacer inseparables y afrontar estos problemas nos ha hecho crecer como persona por separado y como pareja y, a menudo, desde lejos y con perspectiva se ve todo más claro.


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