jueves, 31 de marzo de 2016

Destino: Roma (Italia), con Vico




Tras muchísimos meses de espera, nervios, muchas veces que te mentalizabas de que no, muchas otras que decidías mantener la esperanza y tener paciencia, llegó por fin el 19 de Febrero de 2015, o aquel día en que nos dijeron a todos nuestro destino Erasmus. Creo que pocas veces he estado tan nerviosa como cuando iba bajando esa lista interminable de nombres y apellidos hasta llegar al mío. Tuve la suerte de que me tocó el destino que quería: Roma. Mi destino, además, fue anual, o sea que os puedo contar mi experiencia de primera mano en el momento presente.

Roma es un destino perfecto para hacer el Erasmus, tanto es así que está llenísimo de Erasmus españoles, pero lo bueno de ella es que la puedes vivir de muchísimas maneras distintas. Mi primer consejo para la persona que se quiera ir de Erasmus a Roma es que llegues allí sabiendo algo de italiano. Apúntate a clases, haz amigos italianos que estén de Erasmus en tu clase de España, lo que sea, pero llega allí sabiendo algo. Y una vez allí, júntate con gente italiana y no solo con españoles. Aprovecha la Ciudad Eterna en toda su esencia. No te quedes solo en la base, sino vive Roma de verdad y sus mil experiencias culturales.



Estás de Erasmus, sí, y la fiesta se da por descontado, por supuesto que tienes que salir de fiesta porque es parte de la experiencia, pero Roma es mucho más que eso. Roma es historia, es arte, es cultura y es una puerta abierta a mil mundos distintos en uno. Pases por donde pases todo tiene una historia verdadera, una leyenda o un pequeño secreto que ahora tienes la suerte de saber tú también. Cómprate un buen libro sobre la ciudad, pasea por sus calles, visita sus iglesias, museos y monumentos y explícate el sentido de todo. Roma es increíble, pero sin saber sobre ella te quedas con muy poco. Pasa muchísimo que, de repente, te da por entrar en una iglesia pequeñita que no te llama nada la atención y te encuentras con una escultura de Bernini, por ejemplo. Así es Roma. Una verdadera caja de sorpresas en todos los sentidos.



Si visitas un museo, cómprate la guía con auriculares, no te haces a la idea de lo muchísimo que merece la pena invertir el dinero en cultura para seguir propagando la visita a museos y restauraciones y sobre todo, para el enriquecimiento personal. Cuando estés allí te darás cuenta de lo increíble que es vivir Roma entendiendo todo lo que ves y de lo muchísimo que querrás seguir aprendiendo porque te darás cuenta que aún te queda mucho por conocer.


Aunque cuente con una gran riqueza artística y cultural, Roma también es caos y anarquía, sin duda alguna, pero cuando aprendes a vivir en ese caos, Roma se te presenta de una manera absolutamente distinta. Por eso, mi consejo es: no te pases la vida quejándote de lo mal o lo rápido que conducen, de lo llenos que van los buses o metros; ama el caos de Roma. Todos los caminos llevan a Roma y todos los caminos de Roma llevan a Termini, que es la estación de trenes y principal foco del transporte público de la ciudad. Todas las líneas de autobús pasan por Termini y también las líneas de metro. No es de extrañar que te encuentres el metro, sobre todo entre las 8 y las 10 de la mañana y alrededor de las 6 de la tarde, llenísimo de gente. Mi consejo en este caso es o que te subas en los últimos vagones o te cojas un bus si tienes un poco más de tiempo (aunque muchos buses también están llenos de gente) o si tienes aún más tiempo, que disfrutes del paseo que la ciudad te ofrece.


En Roma hay varias universidades, tanto privadas como públicas. En las públicas, la asistencia a clase no es tan esencial. En cambio, en las privadas (como es mi caso) es bastante importante, ya que de ello pueden depender aspectos como el derecho a hacer exámenes parciales. Pero luego todo depende mucho también de profesor y materia. Los exámenes, sí, como todos cuentan, son orales, pero no te asustes, que al final lo acabas agradeciendo muchísimo más y te dan mucha más tablas para saber hablar y expresarte, y mejoras mucho la pronunciación. La puntuación de los exámenes es sobre 30 y se aprueba con 18.

Os podría seguir contando muchísimas más cosas sobre el día a día en Roma, pero me parece más importante hablar de otra cosa desde la experiencia.

Quería hablaros de aprovechar el tiempo, la distancia y con ello los silencios. Estás lejos de casa, de tu rutina, de tus amigos del alma, y aunque con muchísimos momentos de felicidad absoluta (casi todos), el Erasmus también tiene momentos de bajón y momentos en los que te toca estar solo: aquí no te desilusiones, sino aprovéchalo. Esta experiencia te da una oportunidad única, través de la cual, mirando todo desde la distancia, puedes empezar a conocer mucho de ti mismo. Aprovecha estos tiempos que estés solo para pensar y crecer, y también ocúpalos de las cosas que realmente te gustan.



Que este tiempo te ayude a aclarar ideas sobre ti mismo, tu entorno y lo que te gustaría hacer, pero que a veces no tienes tanto tiempo para pensarlo. Desarrolla tus ideas y proyectos.

Busca el equilibrio entre la felicidad absoluta y la monotonía más extrema. Ahí está la clave de esta experiencia.




Y sobre todo, disfruta!!!! Te espera una de las mejores experiencias de tu vida.

jueves, 10 de marzo de 2016

Cómo sobreviví a una relación a distancia de Erasmus (por Mónica Timón)

Hola Erasmus, ¿adiós pareja?

Llevábamos dos años juntos cuando le dije que estaba confirmado: me iba de Erasmus. Él sabía que era una idea que me llevaba rondando la cabeza mucho tiempo y en todo momento me animó a llevar este sueño adelante. Los dos somos culos inquietos y viajamos siempre que podemos y, como es obvio y aunque nos gustaría, no siempre juntos. Sin embargo, esta vez era diferente por varias razones. La primera es que me iba cinco meses. Puede que no parezca mucho pero cuando estás acostumbrada a ver a alguien casi cada día, lo es. Durante dos años, la única distancia que había entre nosotros en el día a día eran las dos paradas de metro que separan mi casa de la suya. En poco tiempo vimos como ese par de kilómetros se convertía en casi dos mil. Además, no era un viaje cualquiera, ya sabéis "Erasmus Orgasmus" y un sinfín de historias que creaban una fama que no ayudaba demasiado.


Todo el mundo que nos conocía aseguraba que nuestra relación era lo suficientemente fuerte como para soportar esta distancia y nosotros capaces de superarlo. Lo cierto es que no hacía falta que nadie lo dijera (aunque siempre viene bien que te animen), teníamos claro que confiábamos el uno y en otro y en que nuestra relación se haría más fuerte después de esta experiencia.

Los meses volaron y llegó el día de despedirnos. Despedirse es ya difícil de por sí pero lo es más aún cuando no tienes fecha de reencuentro. Durante estos meses intentamos hacer partícipe al otro de nuestro día a día, aunque no siempre era fácil. La ocupada vida social que todos tenemos durante el Erasmus (creo que nunca había ido a tantas "Welcome Party" en mi vida), las ganas de ver cuántos más países mejor y el hecho de que, lógicamente su vida continuaba también, complicaron aún más la comunicación.


Los días que iba todo bien, la distancia no suponía ningún problema. Pero no voy a decir que todo fue un camino de rosas porque siempre hay días malos. Y días muy malos. Y en esos días ninguna llamada, ni siquiera por Skype, era suficiente para acortar la distancia, o al menos, hacerla menos presente. Pero siempre queda en la manga el as de los reencuentros: poder enseñarle tu nueva vida, presentarle a tus nuevos amigos y darte cuenta de que, a pesar de lo que habéis crecido por separado, estás igual de bien juntos.

Por eso, más que nunca quien quiere puede y, lejos de suponer un distanciamiento o falta de confianza, en nuestro caso ha supuesto todo lo contrario. La distancia puede separar o hacer inseparables y afrontar estos problemas nos ha hecho crecer como persona por separado y como pareja y, a menudo, desde lejos y con perspectiva se ve todo más claro.


miércoles, 2 de marzo de 2016

El día que fuimos a Birmingham

¿Qué haces cuando tienes la coachcard y un sábado libre? Pues recorrerte hasta la última ciudad de Inglaterra. Esta vez tocó Birmingham, por precio, por cercanía, y por qué no, porque sí. Está a dos horas, y está considerada como la segunda ciudad de Inglaterra por tamaño y población. Es muy, muy grande. Pedimos un mapa de la ciudad y nos dieron uno de la ciudad entera, que era aproximadamente igual de largo que yo.


Una vez conseguido un mapa del centro y sabiendo donde ir, empezamos a explorar la ciudad. Nada más salir de la estación, nos pareció un poco fea. Lo primero que visitamos fue el Greggs, ya que nos pusimos el despertador veinte minutos antes de salir y no nos dio tiempo a desayunar. Fuimos a un centro comercial enorme que está al lado de una iglesia, una disposición un poco rara. De ahí pasamos a unos mercadillos y a Chinatown, que parece imprescindible en cualquier ciudad inglesa.




Desde ahí fuimos a Victoria Square, donde están el Town Hall (que parece un templo griego), el City Council, un mini-jardín y un par de esfinges. Es muy curioso cómo mezclan estilos las ciudades inglesas: hay partes neoclásicas, industriales, muy modernas... De camino rodeamos otro centro comercial, que son muy curiosos aquí. Este era todo de espejo, el primero era de cristal y bolas de metal. Tanto cambio de estilo sin orden ni concierto a mí me pone un poco nerviosa, la verdad. Ya os contaré más cuando os hable de Liverpool. La verdad es que la plaza era muy bonita, y el centro de Birmingham es muy agradable, a pesar de estar lleno de gente y del maravilloso día que nos hizo.



















Y entonces, mientras buscamos un sitio para comer, Adri y yo descubrimos el verdadero motivo para volver a Birmingham: un centro comercial con todas nuestras tiendas favoritas y más en tamaño XXL. Después de ver eso empezamos a planear cuando volveríamos, y esta vez con Elizabeth también, sólo para ir de compras. Y yo para ver la mezquita y los canales, que no me dio tiempo a ver porque me tuve que ir antes porque... ¡empezaba a trabajar! Ya os contaré dentro de poco!